Capturando Almas a través del Arte
Nacida el 4 de agosto de 1972 en Barakaldo (Vizcaya), Ana Martín Vázquez descubrió su pasión por el arte desde una edad muy temprana. Con tan solo 2 años, ya comenzaba a dar vida a sus dibujos, y a los 6, sorprendía a su entorno con la precisión de sus ilustraciones, como cuando dibujó uno de los enanitos de Blancanieves con un realismo que parecía calcado.
En abril de 1979, con 6 años, su familia se trasladó de Barakaldo a Alicante debido a la delicada salud de su hermano pequeño. Aunque la mudanza trajo consigo la alegría de ver a su hermano recuperarse, también significó el inicio de una etapa en la que el arte quedó en segundo plano.
Su primer óleo llegó a los 12 años, en 1985, y en 1989 tuvo el privilegio de compartir con el pintor Remigio Soler un par de domingos, donde él le enseñó teoría del color. Con el paso del tiempo, las expectativas sociales y académicas la encaminaron hacia las ciencias, disciplina en la que también destacaba, pero que le obligó a reprimir su amor por la pintura, relegándola a un simple hobby.
Cuando terminó sus estudios y comenzó su vida profesional, Ana tuvo la oportunidad de reconectar con su arte gracias al aliento de su marido, Jaime, quien en ese momento era su novio. Retomó la pintura con técnicas como grafito, carboncillo, sepia y sanguina, redescubriendo en cada trazo la sensación de libertad y armonía que había extrañado por tanto tiempo. Sin embargo, a pesar de este reencuentro, una parte de ella seguía sintiéndose incompleta.
Fue recientemente, tras realizar un curso de desarrollo personal con Leandro Emir Kraiquer y el equipo de Revelion, cuando Ana logró conectar plenamente con su esencia y con su verdadera identidad como artista. Durante años, había estado sumida en una lucha interna, potenciando su lado analítico y racional, pero sofocando su verdadera pasión. En un momento crítico de su vida, las enseñanzas de Leandro le permitieron abrazar su arte con plenitud y darle el lugar central que siempre mereció.
Hoy en día, Ana Martín Vázquez pinta almas. Su trabajo se enfoca en capturar la esencia de animales, mascotas y personas, transmitiendo su grandeza, su belleza y su sentir. Su técnica predilecta es el pastel blanco sobre fondo negro, un estilo que le permite jugar con la luz de una manera casi mística. Para ella, cada trazo es un nacimiento de luz en la oscuridad, un viaje en el que el ser retratado emerge gradualmente de las sombras hasta cobrar vida en el lienzo.
Sin un referente artístico concreto, Ana se inspira en la fusión entre el hiperrealismo y la maestría con la luz de Sorolla. Su sueño es que sus cuadros sean valorados, que se conviertan en referentes y que quienes los contemplen sientan una conexión emocional profunda, experimentando admiración y empatía con las almas que plasma en cada obra.
Actualmente, está en busca de un espacio para montar su taller y compartir su pasión con otros artistas. Con cada obra, sigue transmitiendo su mensaje: la belleza está en los ojos que miran y todos somos luz. Ana Martín Vázquez no solo pinta retratos, sino que captura el alma misma de quienes protagonizan sus cuadros, dejando en cada uno de ellos un legado de amor y sentimiento que perdurará en el tiempo.